Carta a mis padres y a mis abuelos

Tenacidad, responsabilidad, amor... palabras que definen a mis padres como seres humanos, como personas de buenos valores. Ellos que siempre han estado para sus hijos, que sacrifican su tiempo y fuerzas para darnos lo mejor aunque ya seamos mayores de edad, que crearon un hogar lleno de amor para protegernos de la decadencia del mundo que nos rodea.

Recuerdo cuando eramos pequeños y mi madre complementaba la educación que recibíamos en el colegio, ya que estaba pendiente de nuestras tareas, que aprendieramos las operaciones básicas y que aprendieramos a leer y a escribir bien; también se ocupaba de que todas nuestras necesidades básicas y de ocio estuvieran solucionadas. Mi padre siempre ha estado trabajando por nosotros, en aquellos años incluso estuvo recogiendo café para ayudar con el sustento diario, y hacía los proyectos para el día de la ciencia. Mi difunta abuela materna siempre nos apoyó economicamente, le colaboraba a mi mamá con las labores del hogar, nos cuidaba junto a mi mamá y nos enseño a ir a misa (aunque no soy muy fervorosa). Mi abuela y abuelo paternos aunque nunca tuvieron los medios para ayudarme economicamente siempre fueron muy cariñosos con sus nietos (aunque mi abuelo ya falleció).



Cuando crecimos seguimos recibiendo ayuda en nuestros proyectos por parte de los mayores que habitaban nuestro hogar, incluso en la universidad mi padre se encargaba de hacer proyectos artísticos que yo diseñaba, por ejemplo un día encerró la cafetería con unas mallas que hacen parte de una instalación que diseñé para una materia de la universidad. Gracias a ellos logré ser una persona respetuosa con los demás y me gradué como licenciada en educación artes plásticas.

La alegría de mi padre es su familia y su perro y la de mi madre sus hijos, su hermano, sus sobrinos y hacer apostolado ( está en la pastoral de la salud, porque siempre le ha gustado ayudar a los enfermos). La felicidad de mi abuela paterna que aun vive es su familia, los nietos la llamamos la superabuela, es pequeñita y dulce como un gorrión.

A mi abuelo  materno Fernando no lo conocí pero según he escuchado era un hombre de fuerte temperamento y noble corazón, mi abuela materna Nohemí era una de las personas más bondadosas que he conocido, pues siempre compartía con sus vecinos de bajos recursos económicos, incluso repartía natilla en los diciembres con todos los vecinos que conocía, me hubiera gustado pasar más momentos con ella  para hacerla feliz y aprender de su sabiduría y sus recetas. Mi abuelo paterno Eduardo fue un agricultor que siempre me daba un gran abrazo cuando me veía e inclusive tenía cultivos  en la ciudad  como hobbie hasta que exhaló su último aliento.

Me siento muy orgullosa de mis ancestros, aunque algunas veces no siento identificada con algunas de sus ideas, ellos en vida abogaron o abogan por sus retoños y con sus actos lograron un mejor mundo para quienes los rodean. Espero poder colaborar más de lo que he colaborado a los que aun están con vida y seguir su ejemplo de repartir bien a quien me rodea.



María Fernanda Sucerquia Uribe.

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